
Un legado familiar reinventado para los nuevos tiempos
La historia de Juan Carlos Verdugo en el mundo del comercio no comenzó con un plan de negocios ni con una sala de reuniones, sino en una antigua bodega familiar, entre cajas de vino y licores. Desde niño, su vida estuvo marcada por el oficio de su padre, quien se dedicaba a la distribución mayorista de bebidas alcohólicas, tal como lo hacían también su abuelo y sus tíos. Lo que en un inicio fue una herencia casi inevitable, con los años se transformó en una propuesta de valor renovada: acercarse al cliente final y orientar el negocio hacia el consumo minorista.
En 2006, junto a su hermano, Juan Carlos decidió dar un giro a esta tradición familiar. Aprovechando la base construida por generaciones anteriores, tomaron el control de tres locales y comenzaron una expansión sostenida, sin recurrir a créditos bancarios. “Nos manejábamos con la plata que producía el propio negocio”, comenta. A los pocos años, ya operaban más de una decena de locales bajo una marca consolidada, hasta que en 2019 vendieron la operación completa a un fondo de inversión. Un camino lleno de esfuerzo, visión y también de reinvención.
Adaptarse o desaparecer: tecnología, seguridad y cercanía
Para Verdugo, el comercio ha cambiado radicalmente. La llegada de internet y las aplicaciones de última milla marcaron un antes y un después. “Ya nadie puede manejar un negocio con cierto volumen de ventas sin sistemas. Todo se hace por internet”, asegura. Esta transformación digital no solo afectó la gestión interna, sino también la forma de relacionarse con los clientes, donde las redes sociales se volvieron herramientas clave para mantenerse vigente y competitivo.
Sin embargo, los desafíos actuales no son solo tecnológicos. La seguridad en los locales es hoy una de sus principales preocupaciones. La inseguridad no solo amenaza la integridad de los trabajadores, sino que también pone en riesgo la continuidad operativa del negocio. A esto se suma la competencia desleal del comercio informal, que opera al margen de la ley, sin pagar impuestos ni cumplir con las obligaciones legales de cualquier emprendimiento formal. “Esa es la verdadera amenaza”, señala.
A pesar de estos desafíos, Juan Carlos conserva intacta la vocación de comerciante, esa que se forma tras años de trato directo con los clientes. Y justamente de uno de esos encuentros cotidianos nace una anécdota que recuerda con especial cariño. “Un día entró a comprar el periodista Rafael Cavada. Pidió cigarrillos y nosotros solo los vendíamos en efectivo. Justo yo estaba en la caja, así que lo atendí. Me pidió los de su preferencia, se los entregué y le di el cambio diciendo: ‘su vuelto, señor’. Él me miró y me dijo: ‘gracias por lo de señor’. Y le respondí: ‘en este negocio, cualquiera que paga en efectivo es un señor’. Se rió a carcajadas, me dio las buenas noches y se fue”. Una escena simple, pero que refleja la esencia de un comercio de barrio donde cada interacción deja huella.
Visión de futuro: comunidad, apoyo y organización
Juan Carlos tiene claro que el fortalecimiento del comercio local requiere voluntad y trabajo conjunto. Cree que la mejor ayuda por parte del Estado no necesariamente pasa por subsidios, sino por entregar certezas, reglas claras y menos trabas burocráticas, especialmente a nivel municipal. “La mayoría de las veces los comerciantes pequeños tenemos que rascarnos con nuestras propias uñas”, afirma.
En ese sentido, destaca la importancia de pertenecer a un gremio que represente y defienda a sus socios. “Sideco es un gremio con un prestigio bien ganado, que siempre ha sabido defender los intereses de sus socios y del comercio en general. En lo personal, fue el vehículo a través del cual pudimos llegar y ser escuchados por la autoridad en momentos claves, como por ejemplo cuando la municipalidad de Providencia restringió el horario de los comercios que vendían bebidas alcohólicas y eso solo para dar un ejemplo. Pertenecer a un gremio y que este te represente siempre es un plus.”
Finalmente, resalta dos elementos esenciales para el futuro del comercio de barrio: la seguridad y la organización entre comerciantes. Solo así, dice, se puede enfrentar en mejores condiciones la competencia de grandes cadenas, adaptarse a las nuevas exigencias tecnológicas y seguir siendo un actor relevante en la vida cotidiana de las comunidades.
La historia de Juan Carlos Verdugo no solo refleja la evolución del comercio en Chile, sino también la capacidad de adaptación y resiliencia de quienes, generación tras generación, apuestan por emprender desde lo local, con convicción, ingenio y mucho trabajo.
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